Indudablemente, la documentación del proceso de creación se está viendo positivamente afectada por la cultura digital. Lo decía Stephan Zweig casi 70 años ha: una de las carencias en el estudio de la historia del arte, es la escasez documental sobre el proceso de creación de la obra maestra. Hasta ahora, teníamos la obra, quizá un diario del autor; seguro, el análisis posterior de los siglos. Pero siempre se quejaba el estudioso de la carencia de material sobre los momentos claves de la creación. Qué pensaba el artista, cómo construyó, sobre qué, qué le inspiraba...
Efectivamente, eso cambia con el proceso de creación en soporte digital, amplificado por entornos donde la información fluye y se comparte, como en Internet. Vamos, que ahora hay muchas más trazas del proceso acumulativo que todo creador sigue a la hora de trabajar. La cuestión es que además, este entorno diluye la diferencia entre el creador de nacimiento, el llamado a la inmortalidad, y el creador
amateur, llamado a crear, como mínimo, su identidad online.
Lo que sigue pareciendo incomprensible es que en el proceso de esa creación de la
persona online, que supondrá uno de los grandes cambios en las formas de relación social y cultural de los próximos años (y una de las inversiones de hoy, que tendrán más repercusión en nuestro mañana), haya gente que no sea consciente de la importancia de
la honestidad. Todos escribimos, hablamos, componemos, construimos, pensamos, comentamos, ... todos somos creadores. A todos se nos perdonará una salida de tono, un error, una ida de olla, un fallo, incluso una ignorancia suprema.
Pero no se nos perdonará tan fácilmente la falta de honestidad.
Y está en juego, ni más ni menos, que nuestra nuestra "persona" online.
No me atreveré a ponerlo en forma de mandamiento (o
código ético), pero no está de más recordar, a los cientos de personas que se van acercando al fenómeno de la Internet participativa, que el "corta pega" (la atribución de autoría sobre palabras, obras, creaciones que no son propias), termina siendo descubierto y por ende, descalificando nuestro perfil virtual público. Allá cada cual.
Lo que no creo es que haga falta recordar a nadie que citar las fuentes, es algo más que un acto de buenas maneras, en la comunicación y la difusión del conocimiento. Se trata de
honestidad, un valor primigenio, no un código.
Como era de suponer, llego a esta reflexión, una vez más, de la mano de alguien que decide poner su foto en su blog, su nombre, su origen, sus declaraciones de principios y de humildad (¿honesta?), sus múltiples banners y afiliaciones a redes, causas, etc (¡incluso una que reza "eres lo que escribes"!), poner incluso en su lista de fuentes el blog al que después plagia cortando y pegando y atribuyéndose la autoría de lo escrito "palabra por palabra" (nada de intertextualidad). Eso sí, quitando concienzudamente los links que cree que le perjudicarían, como el vía a
Microsiervos que había sido la fuente de inspiración de Liz (la autora del
post original en eTc), y quitando también otro link a posts de la autora, lo cual habría delatado demasiado evidentemente el plagio. Aquí
la caché de Google, por si el autor decidiese quitar o modificar
el post.
No es el primer caso ni el último. No pretendo ser original ni único en mi reflexión. Sólo quería compartir con algunos lectores mi permanente pasmo ante la inocencia humana: ¿pero es que alguien en su sano juicio cree que plagiando uno de los blogs más leídos en español, no será presa de caza fácil?
Etiquetas: abladias, corta pega, etc, intertextualidad, plagio, territorio creativo
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