Hay una fiesta en mi interior, y yo me he quedado fuera. Es por la mañana. Escucho dentro una
kermesse de voces agitadas y atrevidos cuchicheos y cánticos y risotadas. Mi ego no se rinde pero mi ego ya no existe. Ficción que yace ahora ridiculizada ante lo real de mis otros yoes. Los reales. Los que quedaron arrumbados al final de los curricula vitae. Forjados en la edad de la inocencia y olvidados cuando la virginidad se rompía bajo el pan nuestro de cada día, sudado a golpe de rutina. Pero esos yoes extintos, sofocados en un exilio interior quedaron rumiando su resurrección. Y el momento no llega hasta que llega. Y ahora hay una fiesta en mi interior. E intento comprenderme mirando por la ventana de mi improvisado salón de baile.
Me comprendo uno:
Nunca he sido el mismo. A veces me parezco, pero no me identifico. Mi ego es un impostor que juega a borrar la diferencia.
Me comprendo dos:
Una sucesión de yoes que me han habitado por épocas se reúne hoy para sorpresa de propios y extraños.
Me comprendo tres:
Rectificación al comprendido dos. Nunca existió tal sucesión. Todos me habitan todo el tiempo. Han sido y son mis inquilinos de larga duración.
Me comprendo y cuatro:
Un super ego ha tiranizado mi rico universo por miedo a la insurrección, a un jaque a la seguridad conquistada. No somos uno, somos varios. Entorno, momento, impulso, incoherencia; la coherencia del yo es la falacia de la psicología del siglo XX. Un frágil hilo nos hilvana sin igualarnos. Cualquier viento insolente puede arrancarnos de nosotros mismos. Y perdernos para siempre. Yo he decidido no perder más yoes. Y quién sabe si más adelante, ganar alguno.
¿Quién soy yo?
Un joven y despistado yo dio paso a un yo universitario con ganas de ingeniería industrial. Un examen de química orgánica redescubrió mi yo poeta (que se manifestó por vez primera a los nueve años). Aunque mi yo económico se opuso a mi yo literario dirigiéndose a la especialidad de organización empresarial, no pudo evitar que mi yo suicida amenazara a mi padre con abandonar tan jesuita escuela para rehabilitarse en la carrera de filosofía y letras. Todo quedó en nada, porque mi yo cobarde cedió cuando mi padre amenazó con dejar caer mi alegre yo en desgracia. Certificado en mano, mi yo, ingeniero ya, filósofo solo de vocación y compositor de mentirijillas, marchó a París para adquirir un
je français. Una ciudad sueño que unió a mi yo
amoureux con su otro yo (señora de Polo,
au present, y responsable de
mein deutsches Ich). Volvió a Madrid un yo militar y siguió un yo consultor de gran consulting, que me proporcionó un yo logístico, un yo sistemas de información, un yo e-Business y varias facetas más que mi super ego, combinó con maestría bajo mi yo profesional. Tras años de cadenas de suministro y la adquisición de un yo padre, nos decidimos mis yoes y yo a tantear una start up creada por un amigo afín, convirtiéndonos así en socios y fundadores de una
original iniciativa de la Internet española post-crash-dot-com (fallecida ya). Y desde 2009 todos mis yoes estamos al 150% en una reputada
agencia y consultora de social business que se llamaba Territorio creativo, de la que
soy socio desde el año 2000, y que acaba de cambiar el nombre a Good Rebels.
Existen motivos de sobra para que todos mis yoes en comandita, allá por noviembre del 2004, dispuestos a conocernos mejor, habilitásemos este nuestro egoblog:
abladías. Hoy es posible que encuentres más artículos míos en
fernandopolo.com o en
Rebel Thinking por aquí, pero ni mucho menos renuncio a la fiesta en mi interior.
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