Las marcas nos enamoran y nos aburren. A veces son dulces, pero a menudo pecan de empalagosas. Las llamadas marcas blancas triunfan no sólo por el precio, sino también porque no dan la lata innecesariamente. Una marca debería ser como agua para el pez: está ahí pero no se nota. Es imprescindible, pero no es LA protagonista.
"Be water, my friend" podría convertirse en el nuevo mantra de cualquier departamento de marketing.
1) Si te necesito estás.
2) Si no te necesito, estás, pero yo no lo noto.
3) Si te llamo, coges el teléfono y me solucionas mi problema.
4) Si quiero adquirirte, estás en el lineal o en Google.
5) Si mis ondas mentales están en Sildavia, tú no insistes en mostrarme
Babia.
6) Me haces feliz, y no sabré decir por qué ha sido.
7) Si necesito información concreta, me la proporcionas, recordando que la fuente no es lo importante, sino la información.
8) Si no sé lo que quiero, tú piensas por mí y me lo ofreces, haciéndome creer que he sido yo el que he pensado.
9) Antes de preocuparme, me llamas para dejar mi mente en reposo.
10) Te adelantas a mis necesidades, y no me pregunto por qué te escojo a ti una y otra vez.
11) Desapareces de mi radar como el agua, y apareces cuando te necesito.
Convertirse en una marca líquida va en contra de la costumbre de hacer omnipresente el nombre de la empresa: pon a tu marca por encima de todas las cosas. Pero todo cambia, y el consumidor prefiere poner a su familia, sus amigos y sus intereses, por encima de todas las marcas. Convirtiéndonos en una marca líquida, ganaremos la
batalla de la "no atención".
Foto Mucri.
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