¿Cuántas veces hemos creído que haciendo más cosas en menos tiempo estamos siendo más productivos? Obsesionados por reducir tiempos muertos, acelerando el paso, sin interiorizar el viaje.
Procesar más facturas en menos tiempo, ver más fieras en el zoo, leer más libros al mes, subir más fotos a flickr por hora, leer más blogs y más noticias, hacer más hueco para ver a más gente a la semana, hacer más fans en la red social de moda, doblar los turnos de restaurante. Más -de lo que sea- en menos tiempo, en aras de la productividad.
Pero estamos olvidando algo. Lo primero, es que si no puedo aprovechar el tiempo que me ahorro, no estoy siendo más productivo, estoy siendo más rápido, y seguramente esté perdiendo calidad en el trabajo realizado.
La productividad no tiene que ver con hacer más cosas en menos tiempo. Tiene que ver con producir "cosas". Si leo un libro a la semana, pero no por ello soy más listo, mejor persona, mejor padre, mejor profesional o lo que sea, no estoy siendo productivo. Estoy siendo compulsivo.
La productividad es la relación entre lo producido y los medios empleados. A menudo confundimos el "
work in progress" con el "
finished product", las tareas con los resultados. El ajetreo con la efectividad.
También en la productividad,
menos es más. El famoso
motto del
minimalismo (acuñado por el arquitecto Mies van der Rohe), aplica hoy en día (especialmente a los
knowledge workers) a nuestra eficiencia y efectividad, aunque pueda parecer justo lo contrario.
Relajémonos, demos atención, filtremos el ruido, interioricemos y dejemos de bailar, para empezar a producir.
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