Al borde de lo desconocido, tocando la pared de la primera la niebla. Donde no sabemos lo que viene, o lo que quizá nunca llegue. Y las oportunidades se esconden tras abismos invisibles, arenas movedizas y falsos espejismos. Allí, en la frontera, donde la fortuna juega al poker con la muerte, y las partidas se pierden como norma de la casa.
En el limbo de las ideas sin bautizar, que esperan un padre para entrar en el diccionario de los hitos. Donde no existen taxonomías, y se crean categorías que son llevadas a continuación al registro de la propiedad.
Donde hoy
es esto, y mañana
lo otro. Donde los videntes fallan aún cuando callan y sólo queda sitio para los intrépidos que en silencio y con esfuerzo, triunfan con un almax y un dado en el bolsillo.
Mientras, en los viejos continentes, las leyes cogen polvo y los mapas sólo cambian a fuerza de ejército y sangre. En ellos sólo queda sitio para los que ya estaban -
incumbents por gracia divina-, herederos quizá de otrora intrépidos exploradores fronterizos.
Si queremos ganar, tenemos que prepararnos para perder, haciendo las maletas para emigrar a la frontera. Donde cohabita el riesgo y la oportunidad. En la ignorancia, triunfa el flexible. En la inestabilidad, el impertérrito. En la incertidumbre triunfa el que persevera; siempre -no lo olvidemos-
con un dado en una mano. Y si no ganamos, al menos nuestro curriculum reflejará el orgullo de los que escaparon del infierno de los resignados.
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