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    diciembre 22, 2004

    Alemania [I] - Tan cerca, tan lejos

    Vuelvo a Alemania por Navidad. Tengo la excusa perfecta para hacer algo que venía rumiando desde hacía tiempo: escribir sobre este país, cada vez más inteligible para mí. Arranco pues hoy una serie de posts que durante las próximas dos semanas tendrán como objeto recopilar desordenadamente las impresiones de un español sin complejos en la mayor nación de la UE. Puntos de vista, impresiones y malinterpretaciones subjetivas de un país a la vez tan cercano y tan lejano de España. Así que todas las opiniones aquí vertidas son irresponsabilidad de su autor, es decir yo: el ego predominante en vacaciones. Espero que mis errores no sean perdonados y que se entre a matar en los comentarios, me lo tenga merecido o no.

    Dos Alemanias
    Para fijar las bases, tendré que hablar de mi experiencia en este país. Visité Alemania por vez primera en el año 90, y repetí en el 91. Fueron visitas superficiales, de interraíl, carretera y manta. Nunca me había planteado estudiar alemán, y tras las pocas experiencias que tuvimos por Baviera, me llegué a plantear no estudiarlo nunca. Todo cambió en el año 95, en que conocí a mi actual esposa, nacida en Greifswald, una población de 60.000 habitantes a orillas del Báltico, entre Rostock y Polonia. A partir de ese año, mis viajes a Alemania han sido frecuentes, y mi alemán ha ido poco a poco afianzándose hasta llegar a lo que es ahora: lo suficiente para pedir un café y una cerveza de trigo, fría, por favor. Cierto es que conozco bastante mejor la ex-Alemania del Este que la del Oeste. Aunque una y grande a día de hoy, aún conviven en Alemania generaciones educadas en sistemas tan radicalmente opuestos, que su carácter quedó marcado sustancialmente: el cliché del alemán cuadriculado y organizado, está más cerca de los occidentales (los wessis) que de los orientales (los ossis). Estos tienen un carácter más próximo del español, menos rígido, más easy going. Gente que siempre me ha dado muestras de cariño y ha hecho gala de una hospitalidad envidiable. Seguro que en el siglo XVI no habría sido tan bien recibido por estos lares.

    El Báltico
    Uno de los grandes desconocidos en España es el mar Báltico. Casi todo el mundo sonríe y se extraña cuando después mis veranos en Alemania vuelvo moreno a la península. Casi nadie sabe que aquí el verano es suave y agradable (nada que ver con España). Que lo normal es que haya sol (más que en la cornisa cantábrica). Que los cientos de kilómetros de playas, tienen una arena blanca y fina, utilizada por su perfección para fabricar los relojes de arena. Que no hay problemas para poner la toalla, ni hay que escaldarse la planta de los pies, saltando en busca de una sombra. Bañarse en el Báltico es menos peligroso para la salud que una zambullida en la cornisa gallega, por ejemplo. Su poca profundidad le da una temperatura agradable en verano, y su agua no está casi salada, lo cual es de agradecer. Ahora bien, el que prefiera playa de chiringuito y rascacielo, es mejor que se quede por las costas patrias, porque eso aquí o no se lleva, o está prohibido (les gusta mucho eso de prohibir a los alemanes). De hecho, pocos turistas españoles de los que inundan Berlín, dignan de acercarse a ver su mar. El verano pasado, un trío de reporteros rodaba un documental en la isla de Hiddensee; un paraíso natural, cerrado al tráfico rodado, excepto en bicicleta. Sorprendidos de tropezarse con un concurrido grupo de españoles, me hicieron una entrevista. Hoy he sabido que se emitió la pasada semana (sí, conseguí extraer algo del alemán que llevo dentro, todo se pega menos la hermosura). Dije algo así como que habiéndome encontrado otro español en el Ferry (capacidad aprox. de 250 personas), estaba planteándome abrir una ruta turística que aprovechara los vuelos de vuelta de Mallorca.

    Berlín y su muro
    Acabo ya el post con una anécdota tonta: Berlín y su muro. Cuando visité por primera vez Alemania, antes de la reunificación, presté atención al mapa. Lo que más me sorprendió fue no encontrar Berlín en medio de la frontera entre la RDA y la RFA. No comprendí nada, hasta que alguien me explicó pacientemente que el Muro, era un muro circular, que dejó aislado a Berlín occidental, conectado con la Alemania capitalista por medio de una carretera bien vigilada, y un aeropuerto embutido en la ciudad. Mi sorpresa fue magna. Al volver a España, y para levantar mi ego, hice un test en mi círculo de amistades y allegados: sitúa Berlín en un sencillo mapa de Alemania, y traza más o menos el recorrido del muro. Mi ego se tranquilizó al comprobar que casi todo el mundo pintaba un muro vertical que cruzaba un Berlín magníficamente dividido por la frontera de las dos alemanias. Aún sigo haciendo el test para evaluar a mis contrincantes si el azar tercia una apasionada discusión sobre Europa.

    Seguir leyendo otros capítulos de la serie:

    Alemania. Distorsiones de un eterno retorno.

    I. Tan cerca, tan lejos
    II. Matices, diferencias y cabras
    III. Socialismo, economía y consumo
    IV. Historias del Este
    V. El 2004, Internet y la tecnología
    VI. Apuntes del natural
    VII. Un poco de kultur
    VIII.Linkografía

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    2 Comentarios:

    Blogger Unknown dijo ...

    Hola Fernando,

    Acabo de llegar. Sí, 10 años después, a raíz de tu tweet sobre mi blog. Me alegra que me hayas descubierto porque me alegro de haberte descubierto.

    Soy consciente del muro circular, pero seguro que descubro un montón de cosas sobre Alemania siguiendo los demás capítulos.

    Gracias!

    Un saludo desde Deutschland*

    Elisabet*

    enero 09, 2014 12:28 a. m.  
    Blogger Fernando Polo dijo ...

    Gracias, Ellisabet, por darle vida a esta serie de posts que escribí con bastante cariño ;-)

    enero 11, 2014 9:51 p. m.  

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