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    enero 03, 2005

    Alemania [IV] - Historias del Este

    Un día de octubre, en París, mi mujer (en aquel entonces aspirante a) me confesó que sus amigos y ella siempre se bañaban desnudos en la playa. En su momento me pareció broma, luego creí que exageraba (alguna vez yo también me había bañado desnudo en la playa). Más tarde me empezó a causar extrañeza ese comentario y sus posteriores reivindicaciones. Hasta que no pasé mi primer verano en Alemania con ella no terminé de comprender lo que aquello significaba. Y significaba sencillamente que los alemanes se bañan desnudos en el Báltico. O mejor dicho, algunos alemanes se bañan desnudos. Para ser más exactos, los alemanes del Norte de la ex-RDA. Aquellos que han crecido con el mar y sin ningún tipo de moral religiosa de por medio (al menos no oficial). De hecho, la afluencia de alemanes occidentales al Báltico pone cada vez más límites al Culto al Cuerpo Libre (FKK; Frei Korper Kultur). Aparte de cogerle el gustillo a la cosa, se alzó ante mí la primera diferencia notable entre la Alemania del Este y la del Oeste, más allá de las todavía económicamente visibles (carreteras, ciudades, coches, etc). Corría el año 97.
    Poco a poco, comprendí que existían más diferencias (algunas de las cuales todavía están escondidas para mí): la principal, el carácter. El ossi (alemán del este) parecía más tranquilo, más amigable y menos cuadriculado a primera vista, excepciones sean hechas, como en cualquier generalización.
    Estad preparados
    Me sorprendió el casi absoluto desconocimiento que mi mujer tenía de España, completo en cuanto a la historia. Una dictadura de derechas seguramente no interesaba en los colegios comunistas. Y si salió fue probablemente para denunciar prácticas nazis, ellos, tan amigos del pueblo. Siempre me causó gracia la idea imbuida de que el paro es un recurso utilizado en Occidente para doblegar al trabajador frente a la opresión del capitalista. O cómo por ejemplo, los nazis vinieron todos el Oeste, como por arte de magia, fruto del capitalismo y otros horrores.
    Se trataba pues de una educación perfectamente dirigida, como en todas las dictaduras y algunas regiones de nacionalismo exacerbado. Aunque perfectamente laicos, el Estado, el socialismo (comunismo) y en particular, el Partido, se convertían en religión e Iglesia para los ciudadanos. Además de organizaciones juveniles que iban preparando a los camaradas en los valores fundamentales -Seit Bereit-, el joven alemán tenía que cumplir con una especie de sacramento similar a la confirmación católica: rito, fiesta y regalos incluidos, reafirmándose en los principios del Partido y en su lealtad a la Unión Soviética. Eso aparte de estudiar ruso (y un segundo idioma extranjero, normalmente francés) desde pequeño. Después, los profesores irían informando a las autoridades sobre la inclinación al socialismo de sus alumnos.
    El Gran Hermano
    No solo sobre los escolares se informaba al Estado. Uno de cada tres alemanes era informador para la Volkspolizei (policía del pueblo). Mi suegro, ingeniero, hacía frecuentes y largos viajes al extranjero (Pakistán, Cuba, Grecia, ...) para trabajar en proyectos internacionales, lo cual le convertía automáticamente en sospechoso de fuga. El apego a su familia era investigado para sopesar las probabilidades que había de que no volviera a casa. Cuenta mi suegro una anécdota sobre un compañero de su trabajo, que se encontraba tranquilamente en su apartamento algún tiempo después de la caída del muro, cuando un vecino llamó a la puerta para pedirle disculpas. Dejándole pasar, su vecino se dirigió al teléfono, para quitar un minúsculo micrófono que se hallaba oculto en el auricular. "Esto ya no tiene sentido ahora. Lo siento.", le dijo y se fue.
    Economía central
    En la ex-RDA se le daba a cada cual según lo que necesitaba, y de cada cual, se obtenía según su capacidad. Existían personas que no trabajaban, pero que eran mantenidas por la comunidad. Los planes quinquenales orquestaban la economía, pero la falta de motivación hacía descender la productividad. Aunque la propiedad privada estaba fuertemente controlada, poco a poco se fueron permitiendo algunos intercambios privados. Aún así, la rígida supervisión del mercado conllevó en paralelo un mercado negro.
    Cuando mi mujer cumplió los dieciséis años, se inscribío en una lista de espera para comprar el coche más vendido de la RDA (por no decir el único): un Trabant. Si las cosas se daban bien, en aproximadamente quince años, podría hacerse con él. O si se terciaba, podría vender su opción de compra, más cara cuanto más próxima estuviera de la fecha de entrega. Desgraciadamente, esa posibilidad se le quebró al caer el Muro, tres años más tarde, pero pudo al menos comprarse un coche transcurridos algunos meses.
    Casas de zapatos
    Prácticamente todas las viviendas eran propiedad del Estado. Las pocas que quedaron en manos privadas después de la guerra, fueron expropiadas, entre otras cosas al no poder ser mantenidas. Muchas de ellas fueron recuperadas por sus dueños, después del 1990, pagando eso sí, las obras que hubieran corrido por cuenta del Estado.
    Cuando mis suegros pudieron acceder a un jardín en las afueras de la ciudad (una parcelita de unos 500 metros cuadrados, en una colonia urbanizada) se construyeron con sus propias manos una casita (unos 20 metros cuadrados más terraza), según planos comunes para todas las parcelas. Mi mujer y su hermana todavía recuerdan los paseos en busca de piedras a una cantera natural de las cercanías. Casi todos los trabajos de mantenimiento doméstico, eran realizados por los mismos propietarios, sin posibilidad alguna de contratarlos fuera, salvo que se hiciera en negro (solo los escasos privilegiados que dispusieran de ingresos extra, como en el caso de la intelligentsia).
    Las viviendas socialistas eran el símbolo mismo de la igualdad. Bloques de cemento perfectamente cuadrados, levantados en cuadrangulares avenidas y calles, perfectamente urbanizadas al unísono, dotaron a las nuevas barriadas de las ciudades de un triste color gris que se confundía con el encapotado cielo de su economía. A día de hoy, estas viviendas han sido remozadas, renovadas, con ascensores exteriores y magníficos jardines. Aunque lejos de ser la vivienda de mis sueños, el resultado es bastante superior al de casi todas las barriadas años sesenta y setenta de las ciudades españolas que conozco.
    Nostalgia del Este
    En una fiesta nostálgica a la que tuve la suerte de asistir hace algunos años, la gente tenía que disfrazarse con trajes típicos de las organizaciones juveniles, o con la moda marcadamente rusa de aquellos años. Yo acudí disfrazado de amigo cubano. Como si de Goodbye Lenin se tratara, se cocinaron platos típicos de aquel entonces, se recopilaron objetos que reflejaban épocas pasadas, y a la mitad del festejo, se simuló la llegada de un paquete del Oeste, algo que yo no comprendí de primeras. En aquel paquete se habían metido plátanos (¡plátanos!), un reloj digital Casio, y otros tesoros prohibidos. Periódicamente, los que tenían familiares en el Oeste, recibían un paquete con regalos que eran supervisados (y en algunos casos requisados) por las autoridades. Su llegada se festejaba largamente. Todavía recuerdo los ojos de mi mujer describiéndome sus sensaciones al comer un plátano recién llegado del otro lado, subrayando acto seguido la agridulce pérdida de esos placeres basados en la escasez.
    El Muro de Berlín
    La gente que no ha visitado Berlín probablemente no sepa que su muro no era un muro, sino que eran dos muros. Construidos en paralelo, el espacio entre ambas paredes era custodiado por perros que corrían enganchados a lo largo de un alambre de acero. Cada cien metros, había otro perro. Y también había garitas de vigilancia.
    Pero no siempre hubo muro. El "muro" de Berlín (inicialmente un cerco policial) fue levantado casi de la noche a la mañana, el 13 de agosto de 1961, dieciséis años después del final de la IIª Guerra Mundial. Cuando la presión migratoria se hizo insostenible. Los bloques de cemento que han inmortalizado las imágenes de la caída del muro la noche del 9 al 10 de noviembre de 1989, fueron construidos durante los primeros años de vida de tan terrible cerco. Al principio se tendieron alambres de espino.
    Se cifra en 187 los fugitivos muertos al intentar huir a través del muro. Aunque la cifra real estimada es bastante mayor. Unos 60.000 personas fueron detenidas y juzgadas por intento de evasión, condenadas a una media de 16 meses de cárcel. También hubo mucha gente que consiguió escapar, se calcula en 5000 el número total de prófugos. La mayoría escondidos en vehículos que entraban y salían por los puntos fronterizos (como el Checkpoint Charlie). Algunos saltaron desde las casas que quedaban al borde del muro, cuando éste estaba en construcción. En los primeros momentos, algunos consiguieron atravesarlo montados en camiones que arramblaban con las alambradas metálicas. Se construyeron tirolinas, túneles, se escaparon algunos vestidos de policía oriental (Vopos), en un globo aerostático, en ultraligeros. Un inventor construyó un submarino con el que consiguió atravesar el Báltico rumbo a Dinamarca.
    El Este hoy
    Como decía en mi anterior post sobre Alemania, a día de hoy el Este no se diferencia del Oeste salvo por los ratios económicos. Y quizá por esas barriadas socialistas que aún persisten hoy. Absorber una enconomía empobrecida le ha costado sudor y lágrimas a Alemania, una grave crisis, y muchas voces en contra. Lo cierto es que aunque todavía las generaciones nacidas ossis o wessis siguen mirándose con suspicacia unos a otros, la juventud de hasta treinta años se siente alemana, y está educada en la competitividad y el capitalismo. Se sienten unidos y ven su país como un solo país. No hay marcha atrás.
    Siempre he pensado que el imperio alemán está por llegar. No sé si será antes o después del imperio chino. Será económico, como son los imperios modernos, y quizá venga disfrazado de Europa.Con ella o sin ella, dominarán el mundo como hoy lo hace USA. Mis ojos no lo verán, pero por si acaso, voy mejorando mi alemán. En último extremo, me servirá para comprender lo que dicen mi mujer y mis hijas a mis espaldas.


    Seguir leyendo otros capítulos de la serie:

    Alemania. Distorsiones de un eterno retorno.

    I. Tan cerca, tan lejos
    II. Matices, diferencias y cabras
    III. Socialismo, economía y consumo
    IV. Historias del Este
    V. El 2004, Internet y la tecnología
    VI. Apuntes del natural
    VII. Un poco de kultur
    VIII.Linkografía

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    4 Comentarios:

    Anonymous Anónimo dijo ...

    Muy interesantes tus artículos sobre Alemania. Un saludo, Roberto Abizanda (wwwaragones.blogia.com)

    enero 03, 2005 8:59 p. m.  
    Blogger Fernando Polo dijo ...

    Gracias, Roberto.
    Queda todavía alguno a lo largo de esta semana, y luego haré un post recopilación.

    Un saludo.

    enero 04, 2005 10:08 a. m.  
    Anonymous Anónimo dijo ...

    que sí, que están muy bien

    ;-)

    JuanLuis (otro Polo)

    enero 04, 2005 7:13 p. m.  
    Anonymous Anónimo dijo ...

    pues te dire que vivi 5 años y tengo hijos ahi la amtigua dda y lo pase mejor que 15 años en españa de esclavo y maltratado en tu libertaria democracia a ya olvidaron que fueron emigrante les dio adnecia me quedo con tu esposa y su democratica alemania ahora estan jodidos y pringados

    octubre 20, 2008 11:48 a. m.  

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