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    enero 05, 2005

    Alemania [VI] - Apuntes del natural

    Nadie me paga esta serie de artículos sobre Alemania, así que no me siento obligado a mantener el orden ni el concierto; solo me dejo arrastrar plácidamente por el viento de la real gana.
    De flash en flash
    Nunca me han "flasheado" en España, y no recuerdo haber visto muchos flashes diabólicos de esos de la Guardia Civil. En Alemania, me han flasheado tres veces que recuerde, una de noche (terrible susto, por cierto). En otra ocasión, el radar se encontraba algunos metros antes de la señal que marcaba el final de la limitación de velocidad. A partir de ese momento, hubiera podido circular a 300 km/h si el coche me lo hubiera permitido.
    No todas las autopistas de Alemania carecen de límite de velocidad. Hay algunas antiguas (especialmente en el Este), que por sus condiciones tienen limitada la velocidad a 120 km/h. Las señales son muy respetadas. Mezcla de civismo y miedo a las multas y los puntos del carnet de conducir. Las multas de tráfico en Alemania merecerían un capítulo aparte. Todo está temiblemente automatizado. Cuando un radar (muchísimos de ellos, fijos) detecta un exceso de velocidad, salta el flash y envía la foto a una central, se procesa la fotografía automáticamente, se agranda la matrícula, se borra la cara del acompañante (!), y se envía por correo físico a casa del sancionado. La multa puede llegar a ser de un importe ridículo, como por ejemplo 15 euros. Y se pagan. Porque son mucho más razonables (las multas en España son abrumadoras, por eso no se pagan), y porque el sistema de cobro está bastante más avanzado.
    Trenes
    Si uno decide no conducir y coger el tren o el trasporte público, debe prepararse a pagar bastante más caro de lo que es habitual en España. Un trayecto Berlín Greifswald (doscientos y pocos kilómetros) cuesta aproximadamente 30 euros. Y no se hablamos precisamente de un AVE. Mi primer trayecto lo compré en un expendedor automático en Zoo Station (mítica estación berlinesa, cantada por U2) en alemán, porque para chulos yo. Llegaba más o menos al final del proceso cuando a la pregunta: "Mit Bahnkarte" respondí: "ja", pensando, "sí, claro, con tarjeta de crédito". Confundí Bahn (tren, ferrocarril), con Bank (banco). La tarjeta de tren (Bahnkarte)es una especie de abono mensual que reduce el precio de cada trayecto por separado. El revisor no me la pidió cuando controló mi billete. Había pagado la mitad del precio debido. Al descubrir el error, nunca más me atreví a repetir la jugada.
    Berlín
    Berlín es la única ciudad de Alemania en la que viviría tan a gusto o más que en Madrid. Quizá también en Hamburgo o Munich. Berlín es una ciudad grande, enorme diría yo. Extensa. Hiperbólica. Un maremagnum. Una ciudad viva, animada, una urbe con mayúsculas. No es fácil de orientarse en Berlín (Álvaro la llamaba ciudad polar, por la referencia permanente a su Torre de Televisión). Berlín tuvo en los noventa su movida madrileña. Un renacimiento cultural y artístico que se vio potenciada con las inyecciones de dinero de la Nueva Alemania y con la recuperada capitalidad. A día de hoy, Berlín está en bancarrota, sin haber conseguido los objetivos fijados: dejando aparte el Gobierno, y otras sedes corporativas semi-obligadas a establecerse allí, la gran parte del tejido empresarial se ha quedado en Munich, Frankfurt, Hamburgo, Colonia y otras ciudades del Oeste. Pero la animación subsiste y su torre de televisión también, y otro sinfin de monumentos, agradables avenidas, recovecos y jardines, eventos y love parades, turistas y restos de muro, cafés y restaurantes a orillas del Spree. Una ciudad sobresaliente, polar, variopinta, jugosa. Una ciudad de libro.
    Telebasura
    Cada hogar con televisor paga en Alemania 15 euros mensuales por los canales públicos: ARD (la primera), ZDF y los regionales (MDR, NDR, &c.). A pesar del fraude, los alemanes tienen derecho así a una televisión pública sin apenas publicidad. Películas sin interrupciones. El resto de los canales privados son emitidos principalmente vía satélite (RTL, por ejemplo).
    Mi escueta percepción (no soy buen televidente, ni en alemán, ni en español) dice que la televisión arroja menos basura que en España. Pero no es este un tema en el que me interese alargarme.
    Nochevieja y otros festejos
    Cinco minutos después de comer las uvas con Telemadrid, vía satélite, contemplamos desde la azotea el magnífico espectáculo de los fuegos artificiales sobre el cielo de Greifswald. La armonía en el desorden. La tradición lleva a los alemanes a la calle, para tirar petardos, cohetes, y hacer el máximo de ruido y de color posible. La prensa local decía que solo en Greifswald, se habían recogido 7 toneladas de basura al día siguiente (si extrapoláramos, llegaríamos a más de 7.000 toneladas en toda Alemania).
    No se comen uvas (tradición emuy spañola, aunque desconozco si también en Portugal o Hispanoamérica existe esa tradición). El condumio típico de la cena-fiesta de San Silvestre suele componerse de salchichas (sabrosísimas salchichas) y ensaladas "alemanas" de patatas y otros agradables ingredientes.
    No es la única fiesta que difiere de las españolas. No podía yo evitar hace unos años comparar la archiconocida Oktober Fest de Munich con la feria de Sevilla. Tuve un terrible disgusto cuando a eso de las once nos echaron el recinto ferial a la calle. Y después, nada. En Sevilla, el reciento se aprovecha día y noche. Por lo demás, a fiesta era una real fiesta. Grandes mesas, canciones, cerveza a litros, salchichas y codillo: solo eché de menos un poco de baile (sevillanas u otros bailes regionales).
    Comer
    Más allá del codillo, las salchichas con chucrut y las patatas, la gastronomía alemana es sobresaliente: no tan variada como en España pero rica (muy por encima de gastronomías como la inglesa). Abundantes carnes y pescados (menos pescado que en la península, por otra parte lógico), cocinados muy al gusto español, con abundante guarnición (más allá de las patatas fritas, tan lamentablemente extendidas en España). Verduras, frutas, ensaladas (bastante lejos de la ensalada española), poco marisco. Desayunos copiosos de dulce y salado. Excelente repostería. Tartas para aparcar dietas. Y de beber, aparte de algunos raros buenos vinos alemanes y mejor cerveza, mucho zumo y mucho refresco (el alemán bebe agua raras veces, y si lo hace, será con gas).
    Mark Twain ironizaba sobre los vinos alemanes, diciendo que la única diferencia entre una botella de vino alemán, y una botella de vinagre, era la etiqueta. Sin llegar a tanto, cierto es que el clima no acompaña. A cambio, el alemán tiene a su disposición buen vino de casi todos los puntos del planeta: su falta de chovinismo en este aspecto le permite optar a una gran variedad. Y además, tienen la cerveza.
    Cerveza
    La cerveza es a Alemania lo que el vino es a España. En cada región, ciudad o pueblo, se encuentran "Brauereien" o fábricas de cerveza, que vuelcan al mercado local miles de marcas. El envase más extendido es la botella cristal marrón oscuro de medio litro. Se compra por cajas, y se reutiliza, no se recicla; todas las botellas son idénticas para poder así ser reaprovechadas independientemente de la marca de la cerveza -ecología vs. marketing-. Amigos míos alemanes hacían el trayecto Munich París (donde estudiábamos juntos) con las cajas de cerveza llenas, y volvían a Munich con los cascos vacíos. De aquellas fechas me viene el placer por la cerveza blanca o de trigo (Weissbier). Cada vez más popular también en España, es típica de Baviera, siendo las marcas más conocidas Paulaner o Franziskaner. Se bebe en grandes vasos de medio litro para terminar de mezclar bien el lúpulo que está en el fondo, al tratarse normalmente de cerveza no filtrada. Recomendable.

    Radares, trenes, televisión, fiestas, gastronomías ... menudo collage. En el siguiente capítulo, un poco de literatura, música y cine para terminar de confundirlo todo.


    Seguir leyendo otros capítulos de la serie:

    Alemania. Distorsiones de un eterno retorno.

    I. Tan cerca, tan lejos
    II. Matices, diferencias y cabras
    III. Socialismo, economía y consumo
    IV. Historias del Este
    V. El 2004, Internet y la tecnología
    VI. Apuntes del natural
    VII. Un poco de kultur
    VIII.Linkografía

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    2 Comentarios:

    Anonymous Anónimo dijo ...

    Eres un crack, tienes un blog sobresaliente.
    La tradición de las uvas es una de las menos antiguas de España. De los años 50, proviene de la ocurrencia que tuvo un tipo en un año en que hubo una cosecha demasiado abundante de uva, para quitárselas de encima.
    Así, es normal que no hayamos exportado esta tradición. Lo sorprendente es que la hayamos mantenido, aunque da un toque muy original al comienzo del año.

    Respecto a los vinos, un par de cosas. Por un lado, decir que no son tan malos. Las guías de vinos les dan su reconocida valía. Desde luego, en los blancos, los tintos son bastante toscos.
    La frase de Twain carece de validez actual toda vez que , antes de la crisis de la filoxera (1870), hasta los vinos españoles eran puro garrafón.

    septiembre 17, 2005 8:16 p. m.  
    Anonymous Anónimo dijo ...

    Gracias de nuevo por el pirópo.
    Si sigues leyendo hacia hoy, verás que la calidad ha disminuido ostensiblemente. Un problema únicamente de falta de tiempo (quiero creer).

    Gracias por lo de las uvas (que no lo conocía, tantas veces como he tenido que exportar y explicar la tradición en los últimos diez años -no recuerdo la última nochevieja en España).

    Y por lo de la filoxera. Tampoco lo sabía, y es que con lo mucho que me gusta el vino, le dedico poca atención a su estudio.

    septiembre 18, 2005 8:15 p. m.  

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