FerN lo
ha publicado originalmente en Perplejismos. Como es amigo mío, abuso del derecho de cita, y lo reproduzco íntegramente.
Las pruebas que demuestran que el agua corrió a raudales por los campos de Marte (ex-mares de Marte), acercan la posibilidad de que la vida se hubiera desarrollado en formas básicas allá por los mismos milenios que en La Tierra, nuestros antepasados más simples allanaban la llegada del hombre.
Incluso si finalmente las hipótesis de vida marciana antediluviana llegaran a buen puerto, alguien me tendrá que explicar por qué éste es el descubrimiento más importante de la ciencia en el 2004, según la revista Science (de pago, vía Periodista Digital). Quizá sea que la ciencia ficción no es ciencia de mi devoción, y me pille en paso el hecho de que los Ray Bradbury de turno tengan ahora base científica para justificar sus eyaculaciones orgasmentales. Y aunque esto no encaje con el espíritu de la globosfera, me abstendré por ahora de pedir perdón.
Así que si alguien tiene a bien explicarme por qué el hecho de que pudiera haber vida en Marte pone tan erectos los cerebros de los cientifistas, no encontraría palabras de agradecimiento. Si todavía los robots Spirit u Opportunity se hubieran tropezado cara a cara, con andromorfas marcianitas de ojos redondos y cariñosos, dedos señalando a lo ET y susurrando: ¡qué raros son estos humanos!, hasta yo, quizá, hubiera pinchado en el link para ver la foto del encuentro en la tercera frase. Pero así, con unas simples muestras de minerales viajando onda a onda por los éteres celestiales hasta la Tierra, no comprendo que alguien pueda tirarse de los pelos, y hasta sufrir un desmayo, al reconocer en las señales recibidas la jarosita, y por ende, la prueba definitiva de la existencia de agua en Marte. Solo alcanzaría a comprender tal desmayo, fruto del esfuerzo y del trabajo invertido; lo cual tiene que ver con la tesis de mi artículo, pero no explica que periodistas de la ciencia se hagan cruces al aire como si no hubiera otros acontecimientos dignos de loa.
Quizá se comprenda mejor poniéndonos desde la perspectiva del todopoderoso marketing. Gran Hermano tiene producto, mueve ficha y elige campaña. Érase una vez un país vendiéndose a sí mismo. La ciencia necesita científicos, como el ejercito soldados. Antes (y ahora en el tercer mundo) las manadas huyendo del hambre colapsaban los centros de reclutamiento. Y la ciencia engrosaba sus filas con vocaciones, laicistas o no. Ahora unos y otros compiten por la carnaza en el mercado global de talentos. Ser rico es la carrera más buscada, y ninguna de esas opciones lo ofrece. Ser pobre ocioso también vende mucho en los estados del bien estar y mejor reposar.
Total, que se hace necesario recurrir a las técnicas del márketing estatal (otrora propaganda). Y como hacen falta científicos y los países compiten por agarrar a los genios, qué mejor solución que enviar robots a Marte a unos pocos euritos la hora, y que medios afines pongan en marcha el bombo -que ya les daremos nosotros los premios Ondas que hagan falta-.
Conste que a mí, la inutilidad de una parte de la ciencia, como con la totalidad de la literatura, me pone. Si no fuera porque en el segundo caso soy yo el que decido derrochar mi vida y en el primero, otros deciden por mí cómo malgastar mis impuestos. Se me podría tachar hasta aquí de conservador, retrógrado, inmovilista, creacionista o simplemente, de retorcido. Pero líbreme dios de poner yo reparos al progreso, de poner coto al conocimiento humano. Salvo si este coto privado se subvenciona de mi bolsillo. Pediría entonces que me pregunten al menos en qué terrenos poner mi cuota. Invertir en ciencia no difiere tanto de otras inversiones: educación, tecnología, canales o desaladoras. Y no puedo dejar de imaginar unas cuantas áreas donde nuestro dinero reportaría un aprovechamiento más visible y cercano. Que la Nasa enviara a unos cuantos señores a darse paseos por la Luna, probablemente ayudara a los EE.UU. a ganar la guerra fría, no digo que no. El caos y las mariposas hacen milagros en los últimos tiempos. Desatascar las tuberías de Marte puede ser el primer paso para terminar canalizando la disputada agua levantina a través de ondas hertzianas en plan WiFi. Pero no niego que me agradaría escuchar al científico venido a contable justificar el payback del agua marciana (o murciana).
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