No lo tiene nada fácil la pequeña empresa en estos tiempos que corren. Los que nos creían -nos daban crédito- ahora nos dan largas. Los proveedores nos dan cortas. Nuestros clientes piden tiempo, y cuando se acaba el tiempo piden la luna. Y por si era poco, el río del consumo anda revuelto con tendencias sociales encontradas, carteras con tembleque crónico y otras zarandajas del estilo yo-tengo-la-sarten-por-el-"mando".
Y si, porque nos gustan las emociones fuertes, navegamos por el mundo del marketing y la publicidad, la cosa se acelera con la crisis de los medios tradicionales y la revolución de los medios sociales, que molan mucho, pero pagan poco. Los encargados de encantar serpientes se desencantan invirtiendo esfuerzos en campañas y soportes cuya efectividad se pone cada día en entredicho, y miran a los lados intentando volver a recuperar un queso que les sabía a zona de confort.
No me digáis que no es el momento de irse al lejano oeste, y hacerse buscador de oro. Precisamente a esto le he estado dando vueltas desde que dejé Domestika, la empresa que me dio de reir y llorar los últimos dos años, y a la que le debo un pedazo de mi equipaje sobre cómo gestionar equipos hacia arriba y hacia abajo. Domestika creció a mi lado. Quiero creer que algo pude sembrar allá de mí. Y ahora, tras algunos meses de remanso necesario, he decidido volver a lanzar el órdago del empleado por cuenta propia y sudar sangre invertida en mí.
La opción más evidente, en la que llevo envuelto de una u otra forma desde su fundación (allá por el 1997), se me resistía inicialmente por motivos profesionales, y posteriormente por motivos familiares. Y resulta que todos esos motivos los veo ahora como oportunidades. Así que se acabaron las medias tintas. Desde septiembre, entro a formar parte de Territorio creativo, como socio de pleno empleo. Un proyecto que está creciendo día a día y consolidando su modelo de agencia de futuro.
Me incorporo con la ilusión de hacerlo crecer y multiplicarse, aportando algo de conocimiento, nociones de organización y gestión, y sobre todo, y lo más importante, horas de sentido común y responsabilidad, que es lo que debe aportar un socio de pleno empleo.
Y para colmar la suerte de poder participar en esa aventura compartida ahora ya con mis otros dos hermanos, Mari Cruz y Juan Luis, tengo la fortuna de incorporarme en el arranque de una nueva etapa en Territorio: la Cuarta Era.
Preparados, listos, ... Tc.
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