Sí, nos hemos leído el jodido cluetrain manifiesto. Hasta la saciedad.
Y como en la nueva religión no puede haber un Sumo Pontífice, único intérprete de las sagradas escrituras, cada predicador ha tergiversado lo que le ha venido en gana. Y ahora todos somos curas.
Hemos creído que un gallinero es una conversación, o mejor dicho, adoramos por igual la conversación y el gallinero. El debate asíncrono, los 140 caracteres, la lírica y la épica, la reflexión y los 59 segundos.
Totum revolutum.
Elevamos la conversación (o el gallinero) a dogma de fe. Y no basta escuchar, hay que "piar". A los que sólo escuchan, les miramos como a ladrones de almas (los que no escuchan son bárbaros).
Los adoradores del dios Google nos han convencido de que tenemos que vomitar contenido continuamente si queremos alcanzar la gloria. Es la
Nación Google. Nadie se acordará de nosotros si permanecemos callados.
En este nuevo orden, no se nos niega la entrada ni se nos sugiere el retiro. La democracia (dictadura) del contenido nos hace a todos pontífices, estemos o no ungidos con la gracia de la palabra y la reflexión.
Hay que ser muy fuerte hoy día, para erigirse en censores de nosotros mismos y aprender a callar cuando no hay nada que decir. Alcanzaríamos la sabiduría y el respeto social hablando sólo cuando es necesario. Replanteándonos la necesidad de hacer continuos "pings" a la red. La urgencia de volver a apreciar la belleza del silencio.
Foto Martin Ujlaki
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