Publica hoy el Business Week en la versión de papel, un artículo que lleva online algunos días. Se trata del caso
iFulfill.com, un operador logístico de los años de la burbuja, cuyo fundador, Paul Perdue arrancó
un blog allá por mayo, con la intención de atraer público y potenciales clientes para su compañía. Después de mucho esfuerzo y dedicación, y pocas visitas, la quiebra de la compañía ha disparado el tráfico para desesperación de Perdue.
Algunas reflexiones interesantes que he entresacado del artículo, que ponen de manifiesto los riesgos del
blogging corporativo:
- Un blog puede absorber la atención del ejecutivo y desviar su atención.
- Después de arrancar su blog en un tono desenfadado, no todos sus clientes lo vieron con buenos ojos: David Foy, presidente de Adox Fotowerke Inc. en Calgary, Alta., dice que cuando vio aparecer el blog, se preocupó. "Paul se ha vuelto un filósofo", dice. "Tenía que ver con su ego". Foy, que había empezado a detectar fallos en el rendimiento de iFulfill, empezó a enviar transportes con un competidor en Idaho.
- Algunos clientes suyos empezaron a escribir comentarios en tono airado, antes de la quiebra, y una vez que vieron que iFulfill cerraba. La apuesta por la transparencia llevó a Paul a no censurar esos comentarios.
Un blog puede ser una excelente herramienta de comunicación corporativa. Pero tiene riesgos más allá del poco o mucho retorno de la inversión. Los suficientes para reflexionar pausadamente antes de lanzarlo.
Alguien aseguraba hace poco que las visitas a un blog llegan
de la mano de la controversia. Y no creo que ese sea la ficha que debe mover un blog corporativo.
Link:
Blogging as you go belly up
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