Recientemente me escribió un buen amigo y antiguo colega, para pedirme que le recomendara en LinkedIn. Algo que sólo hago con gente con la que he trabajado codo con codo (no se trata sólo de un contacto profesional "débil"). Lo destacable del correo, era que me adjuntaba un texto ya escrito a modo de ejemplo (en inglés), para que yo lo editara a mi gusto y luego le diera simplemente al botón de recomendar.
A veces, nos da pereza pedir ayuda, y cuando la pedimos, nos da pereza realizar el trabajo previo para ayudar a que nos ayuden.
Pedir ayuda es un acto de valentía y es recomendable hacerlo de vez en cuando, para trabajar ese aspecto tan
démodé hoy día como es la humildad. Siempre y cuando no exageremos, para evitar que nos rehuyan en eventos sociales, o nos marquen de
spammers y nos den de baja como amigos en las
redes sociales a cambio de cualquier hamburguesa.
Lo cierto es que ayudando a que nos ayuden, además de facilitar en sí el gesto, conseguimos que el receptor tenga en mayor estima nuestra petición. ¿Queremos que un periodista nos mencione?, ¿que nos pongan un link?, ¿que nos publiquen un artículo?, ¿que nos abran una puerta?, ... pensemos en cómo ponérselo fácil a la persona que nos puede ayudar.
Ni que decir tiene que recomendé a mi amigo. Seguramente lo hubiera hecho igual, al fin y al cabo es un amigo. La pregunta es si aún seguiría esperando, ahora que quizá ya no le haga falta.
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