Ver dibujos animados japoneses con niños es siempre tarea memorable para un padre. Se sienta ahí uno con los hijos y se va poniendo de todos los colores apenas empieza el espectáculo. El otro día con Shin Chan, había una fiesta de colitas, culitos, caquitas, braquitas y todo aquello que hace estallar a los niños de emoción, y a los padres les hace disimular con el móvil. Un producto para niños que compran los niños, no los padres.
Que puede ser igual de válido que tener un producto de consumo infantil, pensado para ser "comprado" por los padres. En este segundo caso, los padres pueden o no consumir el producto con deleite (caso Dreamworks o Pixar, frente a Baby Einstein, Pocoyo o varios de los antiguos tostones Disney).
Disney fue de los primeros en extender los cuentos adaptados y edulcorados por Andersen y los hermanos Grimm, para vendérselos a los hijos a través de los padres, ya que estos últimos buscan siempre fábulas sin fricciones ni dolor. Y por eso Caperucita volvía a salir del estómago del lobo, cuando en la versión tradicional, el lobo se la zampaba y se largaba luego tan pancho.
Otro botón de muestra sería Imaginarium vs. Toys'r'us, estando el primero claramente orientado a los padres (o a los tíos solteros, con gran acierto de la casa maña). Sólo hace falta comparar los logos de ambas enseñas, o el diseño de los juguetes de Imaginarium, para darse cuenta de a quién busca cada cual.
Lo que viene a decir que casi cualquier enfoque es válido, si tienes claro lo que quieres y a quién te diriges para satisfacer la necesidad acorde a la diana elegida.
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