Me divierte a toro pasado, analizar las diferentes formas y medios de expresión que me han servido para comunicar lo que ha pasado por mi vida esta semana, que no es cualquiera cosa. Aunque pueda parecer extraño, el análisis me sirve para entender que mi alegría es felicidad si puedo compartirla, y que de esto va precisamente la revolución social de Internet. Aunque sinceramente, esta semana, lo que pase en Internet me importa más bien poco.
Pensemos. El primer medio de expresión: la cara, las lágrimas, después la palabra hablada, los abrazos y los besos. Las caricias, las miradas cómplices y las sonrisas. Una vez que mi mujer y yo nos hemos dicho casi todo lo que había que decirse (y que su cansancio permitía), me he visto impelido a compartirlo con los más próximos. Como primer medio de comunicación electrónica, el móvil: hablando con mi familia primero y a continuación enviando algún sms a familiares o amigos cercanos. En cuanto la primera foto estuvo disponible en
flickr, un aviso en
twitter (donde también compartí momentos previos a "el momento") y múltiples correos electrónicos organizados por grupos de amistades. Y más correo, y más twitter, y más sms, y más móvil. En ningún momento pensé que tal suceso tendría su reflejo en mi blog, porque no considero mi blog un medio de comunicación inmediato, sino más bien de reflexión. No es un periódico, es una mezcla de diario personal y de revista de opinión trimestral. Para escribir en él, me hace falta tomar distancia, alejarme del mundanal ruido.
Y el mundanal ruido al que me refiero en esta ocasión es, como algunos ya saben, que mi mujer y yo acabamos de tener nuestra tercera hija, lo cual nos hace enormemente felices, sin entrar siquiera a debatir qué es la felicidad. Y aunque tal sentimiento, teniendo en cuenta cómo está el mundo, pueda llegar a parecer frívolo, ambos tenemos confianza en que el mundo será un sitio mejor con nuestra hija en él. Y aunque afrontamos la realidad como es, tenemos la convicción de que en la balanza, pesan más los momentos de gloria que los oscuros. Por eso estamos felices, de nuevo ante el reto del cuidado y la educación de una recién nacida, con la esperanza de estar a la altura.
Nuestro libro de familia dice ya que somos multitud. Yo creo más bien, que
nos acabamos de convertir en una gran compañía.
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