Con ocasión de la
última logia, el hermano Álvaro puso en mis manos un
Sony Reader, otro cacharrito más, en esta ocasión destinado al disfrute de los libros electrónicos. Creánme, hasta que no tengan uno entre las manos, puede que aún duden de que el libro, tal y como lo conocemos, está al borde del abismo.
No tiene que ver con el hecho en sí de la ergonomía del aparato. Todavía faltan funcionalidades básicas, como poder subrayar o que el trasto sea flexible, o más "portable". No, no; se trata de la experiencia de la lectura en sí, de lo que se ha denominado "
tinta electrónica". Permítanme describirles
la sensación que tuve al "encender" algo que de hecho, no se encendió. Como por arte de magia, lo que ocurrió más bien, fue que una mano invisible puso encima de la pantalla una pegatina de fondo transparente, en la que estuviera impreso el texto de la hoja de un libro de extensión media. La pantalla no se enciende, sólo hay unas letras que aparecen por arte de birlibirloque encima de la pantalla.
Desde hace tiempo, el tema de la industria del libro, una industria a la que tengo en gran aprecio, como antes le tenía a la industria musical, es un punto de debate que me vuelve una y otra vez. La industria musical todavía se está redefiniendo, pero han pasado ya diez años desde el cierre de Napster. ¿Es consciente la industria editorial de lo que puede suponer la popularización de estos aparatitos de tinta electrónica? Dejando aparte
debates más o menos nostálgicos sobre el libro físico, dispongo en mi disco duro, de una biblioteca inmensa de libros clásicos y modernos (con o sin copyright) esperando a ser transportados a un aparato portátil y de fácil lectura. Ese trasto no es mi iPhone: la escasez de la pantalla y la retroiluminación lo hacen incómodo para lecturas que sobrepasen la longitud de un artículo de prensa extenso. Estoy seguro de que lo será uno de estos lectores, sea el recientemente re-aparecido
Kindle de Amazon, sea el Sony Reader. Antonio se
preguntaba estos días, si no serían precisamente los usuarios más empedernidos que pudieran usar cosas como teléfonos para leer, los mismos que muestran una fuerte nostalgia por el libro de papel. Yo creo indudablemente que los lectores tienen cabida (al menos por ahora, y
ceteris paribus), como lo tienen las cámaras fotográficas reflex, por un tema principalmente de ergonomía y realidad física. Lo cierto es que como dice el hermano Álvaro, reducir la ingente pila de libros que pulula encima de todos los huecos libres de mis estanterías, muebles y mesas, para tener otro aparatito más que alimentar, es una comodidad añadida, dejando aparte lo que supone llevar la librería encima, más libros de los que se puedan leer en toda una vida.
Google nos hizo olvidar las bibliotecas, pasando principalmente del saber recopilado en libros, a extractos de estos, artículos y webs más o menos completas. Pero estos aparatos prometen cerrar definitivamente las últimas bibliotecas, dejando alguna abierta a modo de museos de las épocas recientes.
Aunque escanear libros sea más complejo que extraer música de un CD, a día de hoy, la oferta de novedades en sitios de compartición de ficheros es ya amplia, algo que sólo podrá ir a más, en cuanto se extienda el uso de estos trastos. Yo sigo teniendo y escuchando vinilos. Pero pueden imaginar de dónde procede el 99% de la muchísima música que escucho. Fui lo que se puede llamar
un "early-adopter" con el iPod, no por ahora con los lectores de ebooks. ¿Ustedes lo harían?
Hace más de 3 años, en abladías:
El libro ha muerto, larga vida al libro.
Actualización 29 mayoAyer se
hicieron públicas por primera vez las estadísticas de ventas de Amazón. Parece que las ventas de libros para el Kindle, ya representan el 6% de las ventas totales de los 125.000 títulos disponibles para Kindle, aunque no queda claro si es en porcentaje de unidades o de facturación. Además, puede que haya títulos ahí, que sólo estén disponibles para kindle, claro.
Actualización 1 junio
Los hábitos de lectura de los americanos, siguen dándole la razón al libro impreso:
82% prefiere leer a la antigua usanza, respecto a las nuevas tecnologías de lectura. Que un 18% YA PREFIERA los lectores electrónicos, casi casi me da la razón, en breve, serán mayoría ...
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