Víctimas indignadas con campanas.
Y las víctimas de las campanadas lo mesmo.
Silenciemos los campanarios,
repiques gratuitos no queremos.
Hoy, un día cualquiera, siete en punto,
el dongdong atruena los aposentos
-sin tregua en Navidad,
sin tregua en Año Nuevo-,
sin poder nada en contra decimos
adiós, queridos minutos últimos de sueño.
Dong dong dang, no hay descanso.
Sólo nueve monjas ya en el convento
lindante con nuestra humilde morada.
Mil vecinos soliviantados por el estruendo.
Sábados y domingos con más ganas;
fiestas de guardar, aún con más denuedo.
Silencio las campanas,
por un Madrid en paz,
once emes u once eses,
o anónimos días igual.
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