Igual que me fue concedida la inteligencia para apreciar cabalmente mi mediocridad, se me otorgó también para luchar contra el suicidio el atrevimiento de la ignorancia. Oso escribir estas escasamente originales abladías porque llevo de la mano a un peligroso idiota. Gracias, ADN.
O cómo, poco a poco y sin premura, habrá que ir dejando de leer a los clásicos. Muy particularmente a los griegos.
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