Descubrí con horror que mi cuerpo dejaba escapar flatulencias durante el sueño. Imperceptibles en trance pero no en vigilia. Estupefacto quedé, al remarcar que comer me provocaba gases y las regurgitaciones afloraban sin invitación. Lo peor estaba aún por llegar. Más adelante supe que leyendo sufría pensamientos esquizoides.
Desde entonces, he resuelto no volver a leer en público.
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