La
democratización conlleva devaluación, igualación y mediocridad. Escribir -comprendida ahí la difusión de lo escrito- es hoy tan sumamente democrático, que las palabras ya no valen ni su peso en tinta, siendo la tinta material en creciente desuso, o uso menguante.
Seleccionar la palabra leída tiene hoy más valor que la palabra en sí. Quizá se debería empezar a plantear el cobro por sílaba, igual que las operadoras de telecomunicaciones facturan ya por fracción de minuto -o sumatorio de segundos-.
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