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    octubre 05, 2007

    Confesiones de un tecnoescéptico


    He sido ingeniero y consultor, he participado en proyectos de implantación de sistemas, he visto cosas que nadie hubiera imaginado, atacar naves en llamas más allá de Orión... Y es por eso, que cuando alguien a quien conozco de cerca se atreve a escribir y reflexionar con clarividencia sobre las inversiones en tecnologías de la información (¿IT?), me apresuro a quitarme el sombrero.

    A vueltas con la correlación entre inversión en IT y el incremento de productividad en las empresas (McKinsey 2002, What's real about US productivity, pdf), llevo años, como el amigo que ahora cito, poniendo en duda, leyendo y entrando al trapo en cuanto se cuestiona la necesidad, la criticidad de la inversión en "tecnologías de la información" de las empresas. A veces a favor, a veces en contra. Nicholas Carr inició un gran debate en el 2003 (IT doesn't matter, pdf), que aún hoy continua.

    Cito de mi amigo perplejista:
    [...] del coste de puesta en marcha de un sistema, apenas un 25% es para crear mal código. De ese código, pasando los años, se usará un 20%. Nos habremos gastado el dinero para que el ~5% de lo gastado sólo alimente dudas de si sirve para algo. De lo que queda se marca como fracaso más o menos la mitad. Es decir, sólo el ~2,5% de la inversión en IT podría rentar. ¿Cómo queremos ver correlación con la productividad? Lo sorprendente sería que encontrásemos algo parecido a causa-efecto.


    Vuelvo a citar:
    No estoy del todo de acuerdo con N. Carr pero recomiendo a los directores generales:
    - Su director de sistemas vive de la complejidad. Cuanto más complejidad más presupuesto, cuanto más presupuesto más poder. Desconfíe de alguien con intereses tan contrarios a los suyos cuando escuche sus consejos. Rebájele el presupuesto a la mitad y le verá trabajar más, curiosamente.
    - Rebaje el presupuesto a la mitad: tendrá que contentarse con productos comerciales en lugar de desarrollos a medida. Reducirá los costes ocultos de mantenimiento. Es probable que así los sistemas se usen para lo que de verdad sirven en lugar de crear monstruos para intentar modelar la realidad que, por monstruosos, fracasan cuando intentan gestionarla. No crea que así arregla mucho: un sistema comercial no es más que un desarrollo donde los costes están compartidos; los problemas son los mismos pero le costará menos. Le hablarán de la gran originalidad de sus procesos de negocio. No les crea. Comprar, contratar, contabilizar viene siendo lo mismo en todos los sitios.
    - Rebaje el presupuesto a la mitad. Obtendrá más o menos el mismo resultado real. Los usuarios de los sistemas dejarán de pedir chorradas funcionales y quizá cuando pidan sea algo que sirva de verdad. Los sistemas serán más simples, fallarán menos, comerán menos máquina, gastará menos en aire acondicionado del CPD.


    Y ahora ya por fin, linko: Apostasía de la informática corporativa, por perplejista, en El Periódico de LastInfoo.

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    4 Comentarios:

    Blogger Abkrim dijo ...

    Quizas alguien de tu entorno cercano debería leer tu artículo, y asi derrocharia menos dinero en proyextos inutiles y faraónicos.

    Saludos.

    octubre 07, 2007 3:07 p. m.  
    Blogger Fabián dijo ...

    ¡Buf!

    Acabo de leer tu texto y el original que enlazas. Como poco lo tengo calificar de "subversivo", en el sentido de que subvierte la realidad a la que nos hemos acostumbrado.

    Te hago notar que ese fenómeno de excesiva complejidad y gasto abusivo para cosas inútiles no es un atributo exclusivo de los proyectos de gestión empresarial a base de TI:

    - Automóviles. Tengo uno con ordenador de abordo que sólo uso para ver la hora. La mitad de las funciones del coche no sé para qué son.
    - Televisores de último modelo. El mando a distancia tiene veintitantos botones. Hay uno muy curioso que te permite cambiar el ancho de la pantalla y ver a los personajes achatados. Yo uso el de apagar/encender, el de cambiar canales y el del volumen.
    - Teléfonos móviles. Ni te cuento la cantidad de funciones que tienen que ni siquiera sospecho que existen. Lo uso para hablar y como agenda de números de teléfono.
    - Pequeños electrodomésticos. Ahí no pico. Siempre compro el que sólo tiene uno o dos botones. Esto es así desde que hace años compré uno de esos robots batidora/ralladora/cortadora, etc y descubrí que tardaba más en limpiarlo que cortando la verdura a mano.

    Y, en fin, basta con ver los anuncios de la tele o darse una vuelta por la casa de cualquiera para darse cuenta de la cantidad de cosas absurdas que podemos comprar o hemos comprado ya.

    Yo creo que esta es la esencia del capitalismo. Es un sistema económico que nos permite gastarnos cualquier cantidad de dinero en cualquier idiotez y encima hacernos pensar que eso nos hace felices...

    Saludos.

    octubre 08, 2007 9:40 a. m.  
    Blogger Manolo dijo ...

    Pasaba por aquí, y si no digo algo,.... reviento.
    Dejadme a mí también generalizar el tema, porque esto vale para todo.

    Aquí hay dos tendencias: la minimalista y maximalista.
    Creo que las dos son buenas... muy buenas. Pero, lo siento,... yo voy de abajo hacia arriba, siempre hacia arriba. Lo que pasa, es que para llegar bien alto hay que tener la base muy bien puesta, muy bien consolidada y saber siempre por dónde nos andamos. Lo quiero dejar bien claro: errar en la base, desastre seguro.
    Dicho esto, y con la base bien establecida, se impone subir, crecer, avanzar... pero sabiendo hacia dónde.

    El error, pues, es doble: errar en la base y errar en la meta. Hay que saber bien desde adónde se parte y dónde se quiere llegar... para no perderse en el camino.
    Por eso unas veces el fallo lo encontramos en la complejidad (miles de opciones con dirección a ninguna parte) y otras en el simplismo (estancamiento en la rutina o en la moda).

    Hablemos, entonces, de lo que toca:
    Si el secreto del éxito precisa no errar el camino, entonces, cuando algo falle, volvamos atrás, quitemos la piedra mal puesta y coloquemos otra mejor en su lugar. Fácil... pero en lo que nos atañe no es tan sencillo, porque aquí entran en juego las patentes y las grandes inversiones.
    Tenemos, pues que dar la razón a Fernando: menos presupuesto y más saber por dónde nos andamos.

    Yo también sufro en silencio la locura de testear cada año cerca de cientos de programas y utilidades que no me llevan a ninguna parte. Yo también consulto cientos de blogs que repiten la misma información que no me reporta el más mínimo beneficio. Pero yo no he perdido la fe; andando voy haciendo mi camino... y sigo creyendo que partiendo de un código tan simple como el binario podemos llegar muy lejos, estoy seguro.

    ¿Soy más productivo? Pues mira, puede ser. Pero tampoco lo es todo la productividad (ni para mí ni para las empresas). O quizá no siempre debiera serlo. El caso es que mi álbum fotográfico ha dejado de ser cuatro fotos desenfocadas, obscuras, trepidadas y necesitadas de explicación; mi información sobre las cosas que me interesan se ha multiplicado exponencialmente; mis contactos 'interesantes' también han crecido; he empezado a escribir y hasta alguno me lee. Bueno, seguro que si urgamos, tenemos que reconocer que algo de bueno tiene que haber. Pero repito: sólo cuando miro hacia atrás, para recuperar mi objetivo, sólo entonces, afianzo el camino, mi camino.

    Desde aquí insto a 'perplejista' a que no apostate de su fe.

    octubre 19, 2007 2:51 a. m.  
    Blogger Fernando Polo dijo ...

    Manolo,

    El problema es que nuestra productividad personal tiene poco que ver con la productividad corporativa. En una empresa no se invierten 5 millones de euros, para no recuperarlos jamás. De eso va el artículo de perplejista. La metodología que tú uses para tu "crecimiento" personal: leer blogs, o libros (ambas cosas tienen poco que ver con la tecnología); es algo diferente.

    Fabián,
    Lo mismo digo. Cuando yo me compro un teléfono móvil (soy una persona tomando decisión de compra), hay demasiados factores que influyen, como para hacer un análisis del ROI.
    Una empresa no debería dejar llevarse por decisiones emocionales, o similares. Debería preocuparse (sea del tamaño que sea), de no malgastar su dinero.

    octubre 23, 2007 9:39 a. m.  

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