Decía Noemi Klein en su sensacionalista y magníficamente documentado libro
NO-LOGO, que el incremento de la competividad en mercados de gran consumo en la segunda mitad del siglo XX había reducido drásticamente los espacios libres de publicidad. Así, uno de los campos más interesantes y sorprendentes es la búsqueda de esas nuevas "vallas publicitarias". Ya ha quedado anticuado usar los respaldos de los taxistas o las paredes de los retretes. Madrid se va llenando progresivamente de autobuses publicitarios, que imagino irán dando paso a los vehículos particulares publicitables.
Pero el último grito no es ese. Después de leer sobre gente que
vende partes de su cuerpo para tatuarse publicidad, ahora me he encontrado con una pareja californiana que ofrece cambiarse el apellido durante un año para promocionar la marca que esté dispuesta a pagar por ello (piden dos millones y medio de dólares).
Si alguien tiene interés,
en eBay se puja por el apellido de esta pareja.
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