Después de Freud todos somos pecadores. Comprender que no podemos entablar un pensamiento sin buscar la gratificación inicial hace que por momentos me olvide de mi superego.
Qué duro tuvo que ser para Europa, ese ángel exterminador vestido de monja, que ha cambiado la cruz por maneras mucho más sutiles de represión en pos de una diversidad mal entendida.
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