Se queja Josep María Espinàs y con razón (pero
en El Periódico), de que la Consti es un tocho marimocho. Yo también lo he intentado (poco, pero intentado al fin y al cabo). Al contrario que él, no me divertí en absoluto. Incluso me cabrée ligeramente. Y pensé algo similar a él: ¿cómo pretenden hacer a la gente se lea esto antes de votar? ¿Hay que leérsela realmente para votar? ¿Se puede votar no, sin leerla? ¿Cabe algo más que la abstención o el voto en blanco, ante la ignorancia?
Sin ir más lejos, la comparación con la
Constitución Española es terrible.
Nuestra constitución es un relato ligero al lado de la europea. Serviría casi como guión de teleserie mema, si se pusieran (o un capítulo de Cuéntame, porque tiene ya un cierto tufillo de novela histórica). Pero con la Consti -la "Europäische"- no se podría ni escribir la sección de esquelas del ABC.
La última vez que cerré
el blog de la Consti, prometí cuidar de mi economía -de la atención-. Y no lo he vuelto a abrir.
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