La paternidad produce estragos en el sano hábito y mejor costumbre normalmente conocida como "ir al cine". Aprovechando una insigne ocasión, mi mujer y yo salimos a ver
Los chicos del coro (
web de Les Choristes, y
aquí en imdb), porque era la que había que ir a ver: cuando uno sale al cine una vez al año, la cosa se complica o se simplifica, dependiendo de cómo se aborde la situación. Por otro lado,
el P2P le quita fricción a la cosa.
La película es francesa y su director es
Christophe Barratier. Está nominada al óscar a la mejor película extranjera (que impolíticamente correcto queda esto; por eso, imagino, han introducido lo de "en habla no inglesa"). Diría que la película es ciertamente notable, pero también estoy seguro de que no brillará en mi recuerdo por mucho tiempo.
La músicaSiempre que he oido hablar de
Los chicos del coro, rápidamente se elogia la música, y no termino de entenderlo. Se trata de una serie de canciones corales, ciertamente pesadas y anodinas, que seguro no habrían pasado más allá de curiosidad artística, de no haber estado en la banda que suena de esta "comercial" cinta francesa. Quizá se salve la melodía central, no digo que no, pero desde luego no alcanza las cotas de un Yann Tiersen en
Amélie, por ciertar un ejemplo reciente), ni soñaría con un Glass, en
Las horas, un Mertens en
El vientre del arquitecto, o un Nyman en
El Piano.
La tramaLa historia parece sacada de las películas de adolescentes americanos que suelen poner en la tele en la sobremesa del domingo: niños malos encerrados en un colegio para niños malos; llega profe bueno, aplica métodos dialogantes frente a un brutal director muy malo; la música amansa a las fieras; todos rinden homenaje al profe bueno cuando finalmente es expulsado. Resulta que los niños no eran tan
hp como realmente nos quería hacer creer el sistema. Así de primeras, recuerda también al
Club de los poetas muertos y a otros cientos de series B que se convierten en una masa informe en la memoria del televidente despistado. Pero como este film es francés, tiene
charme ciertamente. Además está excepcionalmente ambientada en una Francia de la primera mitad del siglo XX. Los niños resultan creíbles y el actor principal,
Gérard Jugnot, no sobreinterpreta -a día de hoy es de agradecer un actor principal que no es ni se cree una rutilante estrella-.
Sin haber visto todavía
Mar adentro, la película tiene muchas probabilidades de ganar el Óscar por la afinidad con el gusto americano, y por ser francesa (lo cual tratándose de Hollywood puede ser una ventaja). Aunque lo del premio no tenga ninguna relevancia, sí la tiene el hecho de que el último éxito del
cinemá francés esté por debajo de anteriores hits tipo
Amélie o
La cena de los idiotas (sin remontarnos a mitos como
El marido de la peluquera,
Delicatessen o
Cyrano, del cine francés actual). Y digo que tiene relevancia, porque para una vez que voy al cine, pues me hubiera gustado guardar otro regustillo en el paladar (ayer mismo me estremecí frente a
Shine en mi sofá).
Conclusión: lo que no puede ser es ir al cine una vez al año, y querer además ver la película
de ese año.
Tuitéalo |
Menéalo |
Del.icio.us |
Facebook |
Suscríbete RSS