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    noviembre 19, 2004

    Léolo rève

    Todo el mundo cree que soy canadiense-francés. Parce que je rêve, je ne le suis pas. Los que no creen más que en su propia verdad, me llaman Leo Lozeau. [...] Se dice que él es mi padre, pero yo sé que yo no soy su hijo, porque este hombre está loco y yo no. Parce que moi je réve, je ne suis pas.

    Uno de esos placeres que hacen de la vida algo más que una carta sin remitente, es ver años después de su estreno una película que no se sabe por qué razón, se quedó sepultada en el cuaderno de los deseos perentorios. Un estreno que llamó nuestra atención y atraía nuestras miradas a los carteles de las salas donde se exhibía. Algún alma cinéfila afín la calificó como imprescindible. Luego leímos una crítica, oímos en el autobús que alguien hablaba apasionadamente de ella, pero el tiempo pasaba y por fas o por nefás se iba quedando a un lado del camino. Tras sucesivas caídas en la cartelera, quedó postergada a la sesión de madrugada, y un buen día, el cartel que nuestro anhelo había grabado a fuego en la memoria, desaparecía para refugiarse en algún libro de cine de autor descatalogado. Con los años se hundía en la memoria como cofre que un día abriríamos si el destino ponía a nuestro alcance el plano del tesoro. Y así, un día raro del que se puede esperar todo, menos que termine como el día anterior, se atrinchera en la pantalla de nuestra televisión a alguna hora intempestiva del canal menos deseoso de ingresar dinero por publicidad. O nos cruzamos con ella por azar en un videoclub de cine independiente, o como relleno de alguna colección de cine en un periódico de tirada nacional. El caso es que una vez en las manos nos recuerda a una preciosa joya familiar que nuestros padres prometieron entregarnos al cumplir dieciocho años. Y sin recordar muy bien por qué aquel mito se había convertido en tal, nos sentamos frente al televisor para disfrutar de uno de esos placeres que sitúan la vida más allá de esa carta sin remitente.
    Como los placeres frecuentes son menos intensos, las redes de intercambio de ficheros en Internet harán que estos orgasmos más accesibles limen poco a poco nuestro deseo. Lo cual no impide que ayer, una vez la película en mis manos (por decir algo), pudiera tener una de esas veladas de lágrima exquisita, en las que además de poder al fin disfrutar de una tan largamente añorada película, tenemos la suerte también de experimentar uno de esos escalofríos que nos recorren cuando sentimos que la ficción en pantalla nos dibuja un mundo que parece más cercano y más entrañable que el que día a día pisamos por la mañana.
    De Léolo recordaba con insistencia la imagen de una madre que parece querer pegar con la sartén a un niño sentado en un orinal. No recuerdo haber dejado de mirar el póster ni una sola vez al pasar allá por el año 93 por delante de los cines Alphaville.
    Bianca, mon amour. Mon seul amour. Mon bel amour.

    Léolo (Léo Lozeau) sueña y escribe, y soñar es el antídoto que le permite escapar de una enfermedad mental que acosa a su familia. Vive en Montreal, enamorado de Bianca, su vecina siciliana, y escribe incansablemente en cuadernos, las páginas que recogen su vida, sus tristezas, sus desengaños.
    No creo que sea una película imprescindible para todos los públicos. Pero sé que estará incluida en la carta dirigida a todo aquel que me pregunte por mis placeres y mis días. Una carta con remite.
    Vous la dame, vous l'audacieuse mélancolie, qui d'un cri solitaire fendez ma chaire que vous offrez à l'ennui, vous qui hantez mes nuits quand je ne sais plus quel chemin prendre de la vie, je vous ai payé cent fois mon dû.

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    3 Comentarios:

    Anonymous Anónimo dijo ...

    Magnífico comentario.
    Película sublime.
    Tengo curiosidad por saber el listado de películas de la historia del cine mejores que esta.
    dolsele@hotmail.com

    julio 29, 2005 4:18 a. m.  
    Anonymous Anónimo dijo ...

    He encontrado tu comentario por casualidad y solo quería decir que estoy completamente de acuerdo contigo; es curioso ayer mismo la volví a ver, de nuevo por casualidad, y no pude evitar hacer un comentario sobre ella en mi blog de messenger que me recuerda bastante al tuyo; plagios mentales inevitables supongo. Te dejo el link de mi comentario, pero no es tan bueno como el tuyo, jeje.
    (http://spaces.msn.com/members/nacorseth/PersonalSpace.aspx?_c01_blogpart=blogmgmt&_c=blogpart)

    agosto 02, 2005 11:22 a. m.  
    Blogger Fernando Polo dijo ...

    Siento no poder acceder a tu comentario, Antares. ¿Tienes el blog restringido?

    agosto 08, 2005 2:55 p. m.  

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