Ese Mundo que descubre y despierta, que desata y desvía, que para y acierta,
El Mundo. Donde cabe (cabía) un comunista como Albiac y un Losantos liberalista. Donde pacen tranquilos librepensadores que no escriben mirando de reojo la tijera burlona de la autocensura. Donde llegan de visita otros ínclitos pensadores libres a sembrar rosas con y sin espinas.
Belén Gopegui tiene a bien explicarnos
aquí (pdf, www.almendron.com), por qué los intelectuales de izquierda deberían poner sus grasas en movimiento, descender de sus anquilosados púlpitos, y abrazar a contracorriente a Castro y su versión de la "otra democracia es posible".
A contracorriente se nada y se ahoga uno más fácilmente. Si mi padre fuera Albiac, yo sería neocomunista, si mi madre la Gopegui, ni intelectual ni de izquierdas, para poder hablar libre de lo que libremente me viniese en gana. Incluso bajo el oprobio del consumismo, las mentiras de Bush, la explotación del patrono (o en su defecto, accionista), o incluso de mi mujer, que vivió en sus carnes, lo que la Gopegui -pues no emigra- no quiere sentir en las suyas.
¡Ahh, qué fácil es criticar a los que van al revés! Qué cliché la crítica, qué sarta de pensamientos únicos, qué horteramente fácil todo. Pareciese a veces la mayoría no fuese error en su esencia.
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