Ahora que
entro de nuevo en el mundo de la gestión empresarial "old economy", creo que tendré ocasión de divertir a mi entorno con las historias del submundo blogocósico, del Internet más geek, o de la paranoia virtual más fina. Si ayer, en una cena con bloggers
pro y de pro, las historias de Second Life ponían a más de uno
ojiplático, imagínense cuando les cuente a mis compis del
CEL,
que se avecina precisamente "el fín de la logística", uséase,
Second Life llevado a la escala Matrix.
En los últimos cinco años, la actividad logística en España (y en el resto del mundo, por cuenta de la globalización) ha experimentado un crecimiento enorme (el dato aproximado espero ser capaz de darlo un día de estos), pero la tendencia podría llegar a invertirse, si se produjera un escenario de ciencia ficción, en el que
los consumidores fueran cada vez más avatares, y menos personas de carne y hueso. A saber, si yo paso 1 hora jugando a un juego, y las 23 restantes en el mundo real, haré un uso mucho más intensivo de zapatos para desplazarme. Pero si me pasara 23 horas en el juego y una en el mundo real, los zapatos me durarían mucho más (porque llegado el caso, puedo jugar descalzo). Sin embargo, si -
tal y como ya ha ocurrido- las marcas decidieran abrir sus tiendas en Second Life para vender artículos virtuales, uno se compraría sus Adidas molonas allí, y de golpe y porrazo, la empresa se ve liberada de la tiranía de la logística (y subyugada, eso sí, a la tiranía del software y del hardware). Comprar los materiales en Shanghai, fabricar las zapatillas en Taiwan, llevarlas a un centro de distribución en Hamburgo, y transportarlas posteriormente a un mayorista en Alovera, que las enviará a un centro de entrega de un gran almacén en Pinto, para posteriormente entregarlas en la tienda de Castellana, donde el negligente consumidor las comprará, y aún cargará con ellas junto a las pesadas compras navideñas hasta casa. Sólo para darse cuenta de que la talla no es la adecuada, y debe volver a cambiarlas pasados los Reyes Magos.
Lo más pintoresco, es que no sólo desaparecerían las empresas dedicadas a la logística en exclusiva. También lo harían muchas empresas, productos y oficios, que dejarán de tener sentido en Second Life:
- Las cremas antiarrugas.
- El papel higiénico.
- Los cinturones de seguridad.
- El detergente.
- ¿La colonia?
- Los calzadores.
- Los taxistas.
- Iberia.
- La aspirina.
- Los zapateros.
- Los sacacorchos.
- La moleskine.
- Los ascensores.
- Los ceniceros.
- Herraduras de caballo.
- Los fontaneros.
- Los guardias de tráfico.
- La Renfe.
- ¿Los funcionarios?
- Los clips.
- Las linternas.
- Los basureros.
- Los ventiladores.
- ...
La lista es interminable (y admito que muchos de esos productos no desaparecerán, si como ocurre en Matrix, nos empeñamos en replicar íntegramente en un juego, la realidad con sus defectos) y os animo a continuarla, pero sólo si tenéis tiempo que perder.
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