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    marzo 03, 2014

    It's the culture, stupid



    Llevo unos días nervioso, porque leí un artículo en New Yorker, que ponía en entredicho el milagro de la productividad prometida por Internet. Lo cierto es que yo soy defensor de que las nuevas tecnologías (especialmente las tecnologías digitales sociales) nos hacen más productivos, en la gestión de nuestras relaciones personales, y por ende, en nuestro output económico. Vamos, que un uso adecuado de las herramientas 2.0, nos permite entregar más valor ahora, que antes. El problema, evidentemente, es cómo se mide ese valor. No es evidente que los indicadores tradicionales macro-económicos (output por trabajador o PIB) midan con precisión el valor, especialmente cuando este no puede cuantificarse en transacciones económicas (uno de los problemas de la economía "colaborativa", por ejemplo).

    A mí, lo cierto, es que cada vez me da más pereza hablar de tecnologías, y me pone más cachondo hablar de cultura corporativa y de management, especialmente, si es de "innovación en management". Creo que miramos al dedo, cuando apuntamos a la luna, y que nada va a cambiar por el simple hecho de implantar tecnologías caras. Recuerdo de mis épocas de consultor gran cinco, que había una ecuación que decía Vieja Organización + Nueva Tecnología = Vieja y Cara Organización. Más o menos se mantienen los parámetros.

    Pero sobre todo, creo que el pequeño crecimiento de la productividad por trabajador que se aprecia en los últimos 10 años, tiene poco que ver con Internet o las tecnologías 2.0. La promesa de la productividad digital está aún por consolidarse, cuando se incorporen realmente las herramientas en el día a día de las organizaciones, pero sobre todo, cuando se transforme de una cultura corporativa basada en el control, en la jerarquía, en la definición centralizada de responsabilidades, y se migre hacia una cultura digital, basada en el libre acceso a la información, en la auto-gestión, en la organización en red y en la colaboración y la co-creación.

    Mi visión se resume en el esquema que encabeza este post: una cultura que sirve de engranaje a tres ejes de trabajo que persiguen la motivación de los miembros de una organización. Dichos ejes son, la visión compartida, el desarrollo personal y profesional del individuo y la autonomía de actuación. No nos gusta recibir órdenes. No nos motiva. Y a la generación de los "millennials" aún menos. Así que o empezamos a cambiar nuestras organizaciones, o poco vamos a avanzar en términos de productividad de los trabajadores del conocimiento.

    He escrito dos posts en #TcBlog al respecto de la promesa de la productividad que enarbola el Social Business, que se resumen en esto:
    [...] no es el momento de analizar si unas cifras extrañas le dan la razón a los evangelistas digitales o a los escépticos. Es el momento de apostar decididamente por crear organizaciones más sociales, que ponen a las personas como protagonistas de la transformación, desmontando estructuras antiguas y burocráticas, para disfrutar plenamente de nuestra actividad profesional y comprometernos con nuestras empresas.
    Leer:

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